Por fin
se terminó San Fermín y el penoso espectáculo de unos cuantos hermosos toros rodeados de humanos sin control, como locos que se dejaron el cerebro en casa o en algún bar. Dicen que a Ernest Hemingway le gustaban esos encierros, seguramente porque aprendió a manejar un arma de caza cuando estaba en el parvulario, cosas de la época, cuando la caza aún ayudaba a sobrevivir y estaba sobrevalorada. Pero lo que de verdad le gustaba a Hemingway, eran los gatos, compartió su casa con ellos y hoy sigue habiendo en su Casa-museo unos 60.
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