lunes, 14 de septiembre de 2009

En este mes cientos de pueblos celebran sus fiestas mayores, es bueno que la gente olvide sus preocupaciones por unos días y se dedique casi exclusivamente a divertirse. Habría mucho que opinar de lo que cada uno considera diversión y sobre todo de donde empieza la libertad y el respeto que los demás merecen. Me estoy refiriendo a los animales, a esas vaquillas que son casi siempre lo más esperado de las fiestas. ¿Cómo hemos llegado a esto? Vivo en un pequeño pueblo y en tiempos de crisis no hay dinero para pagar conciertos musicales, pero sí ha aumentado el número de los llamados encierros y me asombra ver la cantidad de personas (o lo que sean) que acuden a este reclamo, desde cualquier lugar. Seguro que si propusiera al Ayuntamiento que con ese dinero -que se recauda con los impuestos- hiciesen una protectora para animales abandonados, rechazarían inmediatamente la propuesta por impopular, no iba a gustarle a la mayoría de mis conciudadanos tan aficionados ellos. Pero sí, llama la atención que en los Ayuntamientos no haya, en cada uno, una buena Protectora de Animales, que no estaría mal para compensar tantos años de sufrimiento e inconsciencia. Es donde me gustaría emplear mis impuestos. Esto me recuerda a Thoreau cuando se negó a pagarlos por no estar de acuerdo en como los usaba aquel gobierno, pero finalmente tampoco le sirvió de nada, sólo para escribir hermosos párrafos sobre la libertad. Él, como yo, creía que en el futuro los hombres aprenderían a querer y a respetar más a los animales. Ese futuro aún no ha llegado.

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