viernes, 7 de septiembre de 2012

Mesura y virtud


Diógenes de Sínope era hijo de un banquero, y ambos según parece, falsificaron monedas. Quizá por un malentendido con el oráculo de Delfos. Ya sabemos cómo eran de ambiguas aquellas predicciones, que acababan cumpliéndose de la forma más inesperada. Entonces huyó o fue desterrado.


Aquellos banqueros griegos aún no habían aprendido las triquiñuelas para torear la ley, y salir indemnes llevándoselo todo, como saben hacerlo tantos directivos en la Banca española. Sin falsificar moneda y aunque no haya, consiguen millonarias indemnizaciones o pensiones vitalicias, que duran más allá de la vida si sus hijos tienen menos de 25 años. Hay que ver cómo cambian el sentido de las palabras y acomodan la interpretación a su interés. Los ciudadanos de a pie, españoles o griegos, también queremos mucho a nuestros hijos, o a nosotros mismos, pero en lugar de vitalicias, tenemos precarias y eso con suerte.

En fin, de quién hablaba era de Diógenes. Extraño principio para quién se recuerda como paradigma de frugalidad. Quizá esto tenga una fácil explicación, no sé, hace demasiado tiempo para certezas, pero según la Vida de los filósofos de otro Diógenes Laercio fue a Atenas y se propuso ser dicípulo de Antistenes llevando una vida austera y parca en extremo.

Diógenes L. cuenta cantidad de anécdotas de su tocayo, dice que en una ocasión le preguntaron cuál era la mejor hora para comer y respondió: -Si es rico, cuando quiere y si es pobre cuando puede.

En otra fue hecho prisionero por piratas y después lo llevaron a vender como esclavo. Le preguntaron que qué sabía hacer y respondió: -Mandar . Y viendo a alguien muy bien vestido que pasaba por allí añadió: - Véndeme a éste que parece necesitar amo. Era un rico corintio llamado Xeniades a quién cayó en gracia y efectivamente lo compró. Enseguida comprobó su gran inteligencia y lo hizo preceptor de sus hijos, además de administrador de sus bienes. Cuando pudo, volvió a su bien más preciado, la libertad en toda su extensión y parece que vivió muchos años, con muchos seguidores y otros tantos detractores, pero siempre dentro de una frugalidad extrema.

Thoreau diría: -Sólo con lo esencial.

Así que no entiendo porqué llamamos síndrome de Diógenes a acaparar cosas, no tenía nada: ni barato, ni caro. Un ex-banquero dando ejemplo a todos y particularmente a esos que cito arriba tan necesitados de mesura y virtud. Pobrecitos.

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