El campo de judias
Así llama Thoreau al capítulo de Walden donde cuenta como cuidaba su huerto en el que había sembrado judías y dice que era un campo a medio cultivar, por lo mucho que a él le gustaban las plantas silvestres. Esta tarde mientras plantaba las mías, poquitas, con una meditación venturosa, recordando aquel episodio, me he sentido feliz del intenso contacto con la tierra. De usar una azada,como la de Henry,supongo, que cantaba alegres melodías suizas.
Celebrando también poder cuidar y plantar flores, no como Elizabeth von Arnim en Elizabeth y su jardín alemán: ¡Si pudiera cavar y plantar yo misma! sufriendo por no poder hacer ella, las tareas reservadas al jardinero.
Yo puedo, y seguramente no desdeñaría la ayuda de un profesional, pero la tarde se ha convertido en una meditación gloriosa, quizá no tan zen, pero sí mindfulness, con gran provecho para el cuerpo y la mente. Las judías tardaran un tiempo en brotar, mientras repasaré el párrafo de Walden para disfrutarlo aún más. Las dos cosas, la lectura y el nacimiento de las hermosas hojas.
La foto es anterior a la siembra y el invitado Ulis, a quien presentaré en breve.
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