lunes, 27 de abril de 2020

Calas, zantedeschia aethiopica

Ya han pasado más de cuarenta días y todavía seguimos metidos en casa y sin poder salir legalmente, como no sea para comprar, farmacia, banco o estanco. Excepto los padres con hijos menores de 14 años, que desde ayer, pueden sacarlos a pasear, en las inmediaciones de sus casas. Si no tienes niños, ni perros que sacar a dar una vuelta, pues nada, te quedas sin salir. Y ahora ya no apetece tanto seguir disfrutando de la casa. O quizá es que la palabra libertad está rondando el cerebro y a mí me dice que me la han quitado y nunca en mi vida había sentido esto. Quiero poder volver a disponer de ella para...salir de casa? Seguramente no, quiero poder salir y entonces...quedarme. Pero poder hacerlo y elegir no dar paseos. Eso es ahora lo apetecible. Cuando leo a Henry David, me imagino lo difícil que le hubiera resultado no acercarse a los bosques, acostumbrado a sus caminatas diarias, seguro que la lectura y la escritura hubiesen calmado su ansia de Naturaleza -como ahora- la lectura lleva a viajes imposibles y los vídeos a consuelos inaccesibles. Ayer pasé la tarde en una góndola dando vueltas por Venecia.
El gondolero explicaba en italiano, algunas curiosidades sobre los palazzos o callaba para escuchar a Vivaldi. Cualquiera de las opciones transportaba a un mundo fantástico de gozo para los sentidos.
Luego hubo que volver para ver, distintas aunque no menos bellas, a las
tres gatas  practicando el lavado frecuente de manos


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