miércoles, 24 de junio de 2020

Más museo

La visita al Tyssen no acabó en la colección  itinerante de los pintores de Países Bajos. Aunque aguantar la mascarilla me parece una tarea ardua, no podíamos irnos sin hacer una visita a las obras de Canaletto y algún paisaje más de la Venecia del siglo XVII. Fue un final de fiesta perfecto, después del claroscuro de los retratos, tienen hermosa luz, pero en general van vestidos de negro y un poquito blanco, llega el cromatismo veneciano, con su poderoso verde mar y su basílica, bella entre las bellas.

Celebrando Aniversario con Neerlandeses

Día de San Juan, Solsticio de verano o post-aniversario. Con cierta libertad para ir a los sitios. Con mascarilla, guardando distancia de seguridad y pensando :
- A ver si no me equivoco y lo hago todo bien...
Madrid bastante vacío de turistas que animen las tiendas, calles y museos. El Prado imposible. Solo para amigos y poco más. Era agradable ir con aquella tarjeta de Amigo del Prado, pero la economía es la que es y hay que dejar esa amistad para otros. El recurso de ayer fue la Mutua y el Tyssen, magnífica la muestra de Rembrant y sus competidores. Muy buenos ellos:
 Nicolaes Eliasz, me dejó ojiplática con sus pasamanerías, puntillas, joyas. Todos aquellos de los Países Bajos eran magníficos, Isaack Luttichuys también, Bartholomeus van der Helst... y claro, Rembrant, con su estilo más tosco y oscuro, pero que adquiere una gran vida en la distancia. Me encantó, porque la dificultad hace una gran diferencia, por mucho que intenten convencernos con palabras y retórica de vendedor. En ese mismo museo hay cantidad de obras del siglo XX y sí, el arte pictórico no tiene que ser necesariamente el retrato foto, como hacían aquellos pintores -tenemos cámaras  perfectas-, pero si la puedes hacer en un ratillo en tu casa, como parecen esas obras de Picasso, que atisbé sin mucho detenimiento al salir... por mucho valor monetario que se le haya dado en algún momento. Y lo digo sin ningún empacho después de comprobar que alguien como Ramón y Cajal y otros eruditos y de proverbial inteligencia, se atrevieron a opinar así. Puede que sea también que con los años, uno opina con más libertad, ya que lo políticamente correcto nos va importando una m.

Una aficionada como yo, que dejó de pintar viendo que los cuadros  no quedaban como los dibujaba en mi cerebro, intentó ver aquellos blancos suaves, leves, medios, blanco de zinc, de titanio, blancos divinos para conseguir brillos de satén, de seda, de terciopelo, en fin, que en el siglo XVII, eran divinos. Me imagino, que era lo que se esperaba de ellos, un fiel retrato. Que no hablo de las expresiones de aquellos rostros que te decían todo, de los que posaban y de los que no, que parecía la foto del último encuentro entre amigos, en el momento que llegó uno con un móvil con cámara y quedó para la posteridad ¡Maravilloso!